martes, 25 de febrero de 2014

El origen del carnaval

El carnaval es una celebración pública que tiene lugar justo antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (entre febrero y marzo según el año). Se celebran fiestas en la calle, dónde la gente desfila disfrazada. A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. En la noche del Carnaval todo vale y dice la leyenda que por eso se ponen máscaras.

El origen de su celebración parece probable de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco (dios del vino), las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.
El carnaval está asociado principalmente con los países de tradición católica, y en menor medida con los cristianos ortodoxos orientales; las culturas protestantes usualmente no celebran el carnaval o tienen tradiciones modificadas, como el carnaval danés.


Según el libro Guinness de los récords, la celebración del carnaval más grande del mundo es la de Río de Janeiro; y la mayor agrupación carnavalesca (comparsa), Galo da Madrugada de la ciudad de Recife, sitio de otro carnaval muy importante. Otros carnavales internacionalmente famosos son los de Santa Cruz de Tenerife y Cádiz, famoso por sus chirigotas, en España; Colonia en Alemania, dónde algunas carrozas muestran una crítica de la situación actual; Oruro en Bolivia, que es famoso por la elección de la morenadaVenecia en Italia, conocido por las máscaras y los disfraces clásicos que llevan la gente; el carnaval de Barranquilla y el Pasto en Colombia y el de Veracruz y Mazatlán en México.



Santa Joaquina de Vedruna

Santa Joaquina de Vedruna nació en 1783 en Barcelona y cuya familia era muy católica. La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al niño Jesús y algo que le caracterizó desde pequeña fue su gran amor a la limpieza. No toleraba ninguna mancha en sus vestidos y esto la llevó a no tolerar pecados en su alma.
A los 12 años ya sentía una gran devoción religiosa pero las monjas carmelitas no la aceptaron por ser todavía pequeña para dedicarse a esta vocación.

A los 16 años contrajo matrimonio con Teodoro de Mas, con el cuál tuvo 8 hijos. Cuando Napoleón invadió España, su esposo tuvo que marchar a la guerra y Joaquina tuvo que huir de Barcelona junto con sus hijos a la ciudad de Vich. Poco después se quedó viuda y al cargo de sus 8 hijos. Desde aquel día se dedicó a cuidar de los pobres y asistir a los enfermos en los hospitales. La gente creyó que se estaba volviendo loca por la muerte de su marido, pero se dieron cuenta de que todas sus energías eran para ayudar a los que padecían miseria o enfermedad, se estaba convirtiendo en una santa.
Cuatro de sus hijas fueron religiosas y cuatro de sus hijos se fueron casando y ella quedó libre de responsabilidad hogareña. Ahora podía realizar su gran deseo de cuando era niña: ser religiosa.
Joaquina dedicó el resto de su vida a actividades de enseñanza y asistencia de enfermos, para lo cual su director espiritual, el capuchino Esteban de Olot le sugirió que fundara en 1826 la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Caridad y el obispo de Vich, Pablo Jesús Corcuera, le pidió que fuera de inspiración carmelita. Después de su profesión religiosa ante el obispo de Vich inicia su obra de fundadora el 26 de febrero del mismo año con ocho religiosas. Poco a poco se le fueron uniendo más religiosas, y juntas fueron fundando hospitales y escuelas.
Por último, la enfermedad la obligó a abandonar su puesto como superiora de la orden y, aunque falleció debido a un brote de cólera en Barcelona, durante los cuatro últimos años de su vida fue víctima paulatina de parálisis. Falleció el 28 de agosto de 1854 a la edad de 71 años.
Joaquina era conocida por su gran sentido de la oración, confianza profunda en Dios y caridad desinteresada. Fue beatificada por el papa Pío XII en 1940 y canonizada en 1959por el papa Juan XXIII.


Su festividad se celebra el 22 de mayo.